Además de los numerosos jeroglíficos y figuras simbólicas con los que los alquimistas han salpicado sus libros, tenemos la suerte de poseer la fuente de la que derivaron su ciencia y su arte: la Tabla Esmeralda. Sin demorarnos en discutir la antigüedad y la autenticidad de este monumento, reproduciremos todo lo que se refiere al tema de nuestro estudio, y completaremos esta cita con algunos breves comentarios.
La mejor versión francesa de este antiguo texto es la que da el muy erudito y muy lamentado Marqués de Guaita en su último libro, la Clave de la Magia Negra; he aquí los extractos, según la versión latina de Henri Khunrath:
"Es verdadero (en principio), es cierto (en teoría), es
real (en aplicación): Que lo de abajo (el mundo físico y material) es como lo
de arriba (análogo y proporcional al mundo espiritual e inteligible) y lo de
arriba como lo de abajo (reciprocidad complementaria) para la realización de
los milagros de la cosa única (ley suprema en virtud de la cual se perfeccionan
las armonías de la creación universal en su unidad).
"Y como todas las cosas fueron hechas de una (realizadas, efectuadas, en virtud de un principio), por la mediación de una (por el ministerio de un agente), así todas las cosas nacieron de esa única cosa, por adaptación (o por una especie de cópula).
"El Sol (condensador de la irradiación positiva o Luz roja, od) es su padre (elemento productor activo de este agente);
la Luna (espejo de la reverberación negativa o Luz azul, ob) es su madre; el viento (atmósfera etérica ambulatoria) lo llevó en su vientre (le sirvió o sirve de vehículo).
La tierra (considerada como un tipo de los centros de condensación material) es su nodriza (el athanor de su elaboración)
"Es el padre (elemento productor) del Telesma universal
(perfección, meta final a alcanzar) de todo el Mundo (del Universo viviente).
"Su poder (fuerza de exteriorización creativa, el río Phishon de Moisés) es entero (perfecto, realizado; desplegado integralmente hasta su total realización). Cuando se ha metamorfoseado (palabra por palabra: cuando se ha convertido) en Tierra (Aretz de Moisés, sustancia condensada y específica, forma última de exteriorización creativa, materia sensible)."
Seiscientas páginas más adelante, el mismo autor (1) nos proporcionará otras aclaraciones: "Como todas las escuelas del ocultismo, los alquimistas enseñaron, decíamos, la unidad de la sustancia bajo la multiplicidad de las apariencias fenoménicas.
La materia sensible, diversa y multiforme, no era para ellos más que una ilusión más o menos duradera, prolongada en diversos modos convertibles:
Las transmutaciones, en su sistema, consistían en el paso de uno de estos modos a otro. Conocían tres principios generadores de las cosas manifestadas y cuatro elementos de manifestación.
Azufre, Mercurio y Sal:
Así llamaban a sus tres principios; Fuego, Aire, Agua y Tierra eran los emblemas de sus cuatro elementos.
El Azufre, el Mercurio y la Sal correspondían a lo que todavía llamaban: fuego innato, humedad radical y base esencial de los cuerpos.
Traduzcamos:
- El azufre, principio de la forma;
- Mercurio, principio de fundamentación
- y la sal, el principio mixto de la manifestación objetiva.
El principio del azufre será, pues, según la ingenua afirmación de un antiguo alquimista: "el fuego celestial que, introduciéndose en las semillas inferiores, hace surgir y hace aparecer la forma interior de las profundidades de la materia, con todo su ornamento y equipamiento; y así es como se logra la generación por medio de este fuego celestial, y como todas las cosas elementales de aquí abajo dependen de él, como de su verdadera fuente y origen".
Este antiguo autor no es menos explícito cuando define el principio de Mercurio: "El radical húmedo de todas las cosas, que en química se llama Mercurio, es la sustancia húmeda, nacida por primera vez en la semilla de todas las cosas; sobre la cual actúa el fuego natural o el azufre vital para empujar sus formas suaves y escondidas en el tesoro de su abismo. Llamo abismo, a las virtudes y propiedades de este espíritu de vida que tiene casi infinito, para extraer de sí todo tipo de formas ".
El principio de la sal, dice Pierre Jean Fabre, es el asiento fundamental de toda la naturaleza en general y en particular; es el punto y el centro donde terminan y se acaban todas las virtudes y propiedades celestes y elementales... Principio de corporeidad, que es el nudo y el vínculo de los otros dos, azufre y mercurio, y les da cuerpo, y así los hace aparecer visiblemente a los ojos de todos.
Así, añade Guaita, "los tres Principios en su significado universal, no son los cuerpos vulgarmente llamados azufre, mercurio y sal, ni ninguna sustancia análoga, que venga a nuestros sentidos. Hay que verlos como los tres aspectos complementarios de la misma esencia, generadora de las cosas materiales; los tres términos de polarización de lo virtual oculto a punto de manifestarse, pasando de la potencia al acto.
Concebidos en su síntesis operativa, los Principios representan entre ellos la energía realizadora de los cuerpos. Considerados por separado, se reducen a puras abstracciones, ya que sólo existen el uno a través del otro.
Así, para resumir, los alquimistas, e incluyo bajo este término tanto a los filósofos del fuego nacidos en Europa como a los de la India, el Tíbet o China, reconocen la existencia, en el acto de la creación, de los siguientes principios, determinados por medio de la analogía experimental:
1. Fuego, principio fermentador y vivificador, calor latente inconmensurable, causa primera, que reina sobre todo, a través de todo y en todo. Este agente universal es el azufre.
2. Una esencia esencial, el principio de la humedad, la oscuridad, la pasividad, la materia y la putrefacción. Se trata de Mercurio formado por aire y agua.
3. Efecto procedente de la reacción de los dos anteriores, que da lugar a la animación de la materia y al desarrollo de los tres períodos de sus innumerables ciclos. Es la sal formada de la Tierra; el medio de toda cópula, el estado fermentativo al que conducen la Generación y la Putrefacción.
Así, en todas las cosas, se encuentra el siguiente cuaternario: el Principio, fin y complemento de toda producción, tanto en el orden de los universos como de las piedras. El Agente, la fuente de toda existencia, que emana de lo anterior. El Medio, fuente de todas las mezclas, mediante la interacción de la materia y la forma.
El Paciente, resumen y enlace común, campo de acción de los tres primeros términos.
Estos cuatro Modos se encuentran tanto en el principio de las cosas, como en su constitución, en su engendramiento, de modo que todo puede resumirse en el siguiente cuadro:
Paul Sedir