Mitos Solares - Krumm Heller

 


El Mito se ha considerado generalmente como una fábula, leyenda o ficción alegórica confundida con la historia de héroes y dioses.

Dice el Diccionario que con la Mitología se intenta determinar los esfuerzos realizados desde los tiempos más remotos para explicar y dar un cierto sentido racional y humano a las fábulas transmitidas por la tradición oral o escrita.

Nosotros sabemos que por el Mito se une la fábula del pasado con el sentir del presente.

Hoy sabemos que no es necesario que sean fábulas, sino el Mito es la representación de realidades y no es necesario que se refiera a invenciones sino el objeto es explicar las transformaciones, que tienen su punto dé partida en hechos reales. Los Mitos tienen, dice un autor alemán, el valor de dogmas y realidades que constituyen la base de todas las religiones. Son la creación espontánea, reflexiva y repentina del espíritu humano.

El Mito representa, pues, no solamente las creencias del pasado sino la síntesis de la concepción religiosa de nuestro tiempo según se comprende al leer la monumental obra de Alfredo Rosemberg: "El Mito del Siglo XX". Aún debemos agregar que puede haber religiones, y las hav, que sin necesidad giran alrededor de un Dios, mucho menos en la forma personal en que lo concibe el cristianismo, aceptan el deber o lo conceptúan como una ley universal.

En el amor natural al suelo sobre el que vivimos que dándonos alimentos, nos da vida y por otro lado la sangre de nuestros antepasados que circula en nuestras venas al impulso de ese Suelo y del Sol tenemos el Mito del siglo: Suelo y raza.

La ciencia razona, la poesía forma imágenes y el Mito aprisiona las fuerzas naturales en un Símbolo. El Mito siempre personifica las fuerzas cósmicas.

¿En cual de los Mitos conocidos encontramos más perfección de esa síntesis en la lliada de Homero, en los cantos de los Nibelungos o por las descripciones de las deidades mexicanas de nuestros códices?

En la lucha heroica de los dioses griegos contra los númenes de ellos mismos, esos se vuelven muchas veces humanos, y los Nibelungos se convierten en héroes. Todo es lucha, todo es oposición, Sigfrido lucha contra Hagen, Baldur contra Loqui. En los relatos griegos se combaten entre si solo para proteger a unos o destruir a otros. 

 En todos esos mitos no se pretende más que describir la lucha de la luz contra la oscuridad, del verano contra el invierno, del día contra la noche. Siendo por razón de clima en el norte la oposición entre el día y la noche, el verano y el invierno más acentuado, la lucha tiene que ser más brusca y la oposición entre el amor y el odio es más vehemente. Natural es que por eso el Mito solar del Sigfrido resulta más marcado que el de Ulises y ese Mito se aleja más de la realidad.

Verdad es que tanto en la Iliada como en los Nibelungos se entremezclan los dioses con los seres humanos, pero raras veces se unen en esas dos condiciones, en el sentido histórico. En eso el cristianismo representa un progreso. Cristo, el hijo solar, el Logos, se convierte en carne, se torna humano, pero siglos, muchos siglos antes, ya encontramos ese hecho, esa duplicidad de carácter divino y humano, en el Quetzalcoatl mexicano.

El suelo y el ambiente influyen seguramente en la formación de los Mitos y cuando uno ha visitado a Palestina y ha sentido ese ambiente diferente de Galilea, Samaria y Judea, se comprende que el cristianismo sólo pudo nacer en la imaginación de esos hombres que vivían en el desierto infecundo de Judea, que no ofrece a la vista humana ninguna variante para inspirarse en la realidad, sino que tenía que ser todo inspiración, producto fantástico de lo interno.

El Sol hermoso de Grecia, la multitud de islas y de islítas obligaban a Homero a cantar los viajes en la Odisea y solo los dioses mexicanos, son los que están en admirable contacto con la Naturaleza tanto en el sentido macro como microcósmico. Los dioses del Sol y de la Luna, dioses de la agricultura, de los diferentes productos del suelo, dioses de la pintura, de la poesía, de la música y del baile, de la bebida y hasta del suicidio, ofrecen a los humanos ese puente o contacto, no solo entre el mundo visible e invisible, sino de las ideas del pasado y de los deberes del presente.

Los Toltecas adoraban la Aurora, los ríos, árboles, el principio del año y el final, el maíz y todo en sus deidades.

Cuando oraban levantaban las manos al cielo y de pie miraban al astro Rey. Sus templos se veían inundados de Luz y sólo el cristianismo cambió esa luz en velas y obligaba al indio a doblar las rodillas y bajar la mirada. Los indios vivían una religiosidad que era de esta tierra pero se les cambió por una de otro
mundo invisible a guisa del cristianismo romano.

Hasta ahora muchos hombres de ciencia han llamado la atención sobre el paralelo entre Homero y Netzahualcoyotl; y del Nazareno y Quetzalcoatl y mencionan que en el Volumen XII de la Iliada se hace referencia al águila, agarrando una serpiente, tal como aparece en el escudo de México.

Somos los primeros que apelamos a la sangre latina, para que vuelvan a despertar en su suelo y en su sangre, todos los valores que están unidos y encerrados en su Mito propio y así lograremos formar, por primera vez y sobre base segura, la solidaridad latinoamericana. 

Huiracocha 

Tomado de:
Revista Rosacruz de Oro
Año XXXVIII - # 141
Diciembre 1986