A comienzos del siglo XVIII surgió en los círculos diplomáticos de Europa la personalidad más enigmática de la Historia- un hombre cuya vida fue un sinónimo de “Misterio”. El enigma de su verdadera identidad fue tan indescifrable para sus contemporáneos como lo ha sido para los investigadores posteriores.
El Conde de Saint Germain fue reconocido como el erudito más profundo y el más versado políglota de su tiempo. Sus sorprendentes conocimientos se extendían de la química a la historia, de la poesía a la música, de la psicología a la política. Manejaba con habilidad varios instrumentos musicales y se dedicaba, muchas veces, a composiciones difíciles. Entre éstas cuenta una ópera que encanta. Pintaba con raro talento. Se afirmaba que los sorprendentes efectos luminosos que acostumbraba imprimir en sus telas eran el resultado de una mezcla de perlas, pulverizadas con tintas. Esa habilidad le granjeó la admiración mundial.
Hablaba todos los idiomas. En este particular se aproximaba a lo sobrenatural. Dominaba con soltura el alemán, inglés, francés, italiano, portugués, español, griego, latín, árabe, sánscrito, chino y japonés, con tal perfección que en cada lugar, era tomado como nativo.
Ambidextro habilísimo, podía escribir simultáneamente con las dos manos las mismas frases- Y esto lo hacía con tal perfección, que superponiendo una hoja sobre otra se podía verificar que las palabras guardaban la misma distancia y las letras el mismo tamaño.
Como historiador, el Conde de Saint Germain poseía conocimientos desconcertantes de escenas ocurridas en los dos mil años precedentes. Describió en sus memorias, con detalles íntimos, acontecimientos de siglos anteriores en los cuales él había tomado parte.
Ayudó a Mesmer en sus investigaciones, auxiliándolo de manera efectiva en el desenvolvimiento de la teoría del “Magnetismo”. Se juzga que debe haber sido el Conde de Saint Germain el verdadero descubridor de ese principio.
Sus conocimientos de química eran tan profundos que, con toda facilidad, deshacía los defectos que presentaban los d amantes y otras piedras. El propio rey Luis XV se valió de esa habilidad del Conde para valorizar al décuplo un diamante defectuoso que poseía.
Crítico de arte sin par, fue consultado en sinnúmero de veces sobre cuadros de grandes maestros de la pintura.
El Conde afirmaba a sus íntimos poseer el “ELIXIR DE LARGA VIDA”. Madame de Pompadour declaró, cierta vez, que el conde obsequió a una señora de la corte cierto líquido, que tenía el poder extraordinario de preservar su vivacidad y belleza por un lapso de veinticinco años de nuestro tiempo corriente.
Contribuyó a aumentar su fama el poder de predecir los acontecimientos con mucha anticipación. A María Antonieta le predijo la caída de la monarquía francesa. No le habló del destino que le estaba reservado, aunque él debía estar en pleno conocimiento de ello.
La videncia suprema del genio del Conde era ser él, el faro político en la situación de Europa. Causaba sorpresa ver cómo paraba los golpes de sus adversarios políticos.
Por tal razón le fueron encomendadas varias misiones secretas por los gobiernos europeos. Siempre llevaba consigo credenciales que le abrían las puertas en los campos políticos más intolerables.
La señora Cooper-Oakly, en su monografía intitulada “El Conde de Saint Germain o el Secreto de los Reyes”, dá una lista de los nombres que aquella personalidad usó entre los años 1710 y 1822. En aquel período usó nueve nombres diferentes, en interés de la política secreta, misión principal de aquella época de su vida.
El Conde de Saint Germain ha sido descrito como hombre de altura mediana, bien proporcionado de cuerpo y de facciones regulares y agradables, de tez un tanto morena. Su cabello era oscuro aunque a veces pareciera algo encanecido.
Vestía de negro y con gran sencillez. En apariencia, amaba los diamantes. Los usaba en los anillos, en el reloj, en la cadena y hasta en las hebillas de los zapatos.
Un joyero avaluó en 200.000 francos el valor de sus zapatos. No tenía arrugas y estaba libre de toda enfermedad; no comía carne ni bebía vino. Pocas veces comía en presencia de otros.
Aunque fuese considerado como charlatán e impostor por los nobles de la corte, Luis XV lo tenía en elevada estimación. Tal es así que reprendió severamente a un cortesano que hiciera una observación deprimente a su respecto.
Esta personalidad tan notable tenía, además, el poder extraordinario de adivinar, hasta en los más mínimos detalles, las preguntas de sus inquiridores, antes de que le fueran hechas. Por medio de una facultad, semejante a la telepatía o mejor telepsiquia, podía sentir cuando era necesario su presencia en algún estado o ciudad distante. Se cuenta que aparecía de sorpresa en casa de sus amigos sin que le fuera necesario abrir las puertas para entrar. Salía del mismo modo.
A propósito de sus interminables viajes, una Birch escribió: “Los viajes del Conde de Saint Germain se extendieron a un largo período de años. De Persia a Francia, de Cálcuta a Roma, era conocido y respetado. Horacio Walpole conversó con él en Londres en el año 1745; Clive, lo conoció en La India en 1756; madame de Adhemar afirma haberlo encontrado en París, en 1789, cinco años después de su supuesta muerte. Otros pretenden haberlo conocido al principio del siglo XIX. Mr. C. W. Leadbeatcr afirma haber hablado con él en el año de 1901. Y que en aquella corta charla le dijo el Conde que setenta y cinco años más tarde se ocuparía de la política de Europa.
En los tiempos a que hace referencia la escritora vivió el Conde en íntima familiaridad con los soberanos de Europa, y era amigo de las personalidades destacadas de la época. En las cartas y memorias de aquellos tiempos era mencionado como hombre misterioso.
Federico el Grande, Voltaire, Madame de Pompadour, Rouseau, Walpole y Chatham rivalizaban en curiosidades acerca de su origen pero ninguno alcanzó el objetivo. Durante muchas décadas, de pronto aparecía como agente jacobino en Londres, como alquimista y crítico de pinturas en París, o como general ruso en Nápoles.
De vez en cuando se corría la cortina que encubría su vida íntima y podía sorprendérsele tocando viola en la sala de música de Versalles, charlando con Horacio Walpole en Londres, leyendo en la biblioteca de Federico el Grande en Berlín, o presidiendo las reuniones de los iluministas en las cavernas del margen del Rhin.
Se afirmaba en aquella época que estaba ligado con los Rosacruces y que posiblemente era el Jefe de aquella Noble Institución.
Poseía el Conde un refugio en el corazón del Himalaya,. al cual se retiraba periódicamente.........
En repetidas ocasiones declaró estar obedeciendo a un poder mayor y más elevado que él. Lo que no declaró es que era el mandatario del “Colegio de Misterios” que lo encargara de cierta misión.
El Conde de Saint Germain y Sr. Francisco Bacon son los dos grandes enviados de la “Fraternidad Blanca”, durante los últimos dos mil años...
Finalizando un artículo sobre la personalidad indescifrable del Conde de Saint Germain, Sr. Andrew Long escribe: “El Conde de Saint Germain habrá muerto de hecho en el año 1870 o en el 75, en el palacio del príncipe Carlos de Hesse? Habrá escapado de la prisión donde Gresley juzga haberlo visto durante la Revolución? Sería él, Lord Lytton? Sería él el misterioso consejero del Dalai Lama? Quién sabe? El es el fuego fatuo de los escritores de memorias del siglo XVIII.
Publicado originalmente en inglés en:
“The Hermetic, Cabalistic and Rosicruciam Symbolycal Philosofy”.