—¿Sigue la senda cuesta arriba todo lo que es ella? —Sí, hasta lo último.—¿Durará el viaje todo- lo que- es el día?—Desde el amanecer hasta la noche, amigo mío.
Entre les símbolos hasta ahora usados en el mundo, pocos hay que sean la vida de aquellos que siguen de veras el sendero que conduce hacia lo alto. No obstante las diferencias que se notan en las varias presentaciones de la Doctrina Esotérica, a la que cada época dotó de un nuevo ropáje diferente en su matriz y en su tejido del procedente, sin embargo, en todas días encontramos el más perfecto acuerdo sobre un punto, el camino que lleva el desarrollo, espiritual. Una sola regla inflexible ha sido siempre obligatoria para el neofifo, como lo es ahora: el completo allanamiento de la naturaleza inferior por el superior. Desde los Vedas y Upanishads hasta la publicación de Luz en el sendero, por mucho que registremos las biblias de cada raza y culto, no hallamos sino un solo camino, arduo, doloroso, atribulado, por el que pueda el hombre conseguir la verdadera visión espiritual. ¿Y cómo pudiera ser de otro modo, si todas las religiones y todas las filosofías no son sino las variantes de las primitivas enseñanzas de la Unica Sabiduría, comunicada a los hombres al principio del ciclo por el Espíritu Planetario?
El verdadero Adepto, el hombre desarrollado, como se nos dice siempre, debe serlo por sí mismo, no puede ser hecho. Es, pues, un procedimiento de crecimiento por evolución, y esto debe necesariamente entrañar cierta cantidad de dolor.
La principal causa del dolor estriba en nuestro perpétuo anhelo por lo permanente; y no sólo anhelo, sino obrar como si ya hubiésemos hallado lo inmutable en un mundo cuya única calidad, de la que podamos argüir con certeza, es el cambio constante, y siempre, en el momento que nos figuramos haber echado mano firme de lo permanente, cambia en nuestro propio brazo, y el resultado es de dolor.
Asimismo la idea del crecimiento implica también la de fractura; el ser interior tiene que abrirse paso a estallidos, rompiendo la cáscara o envoltura que lo aprisiona; y semejante fractura también debe ir acompañada de dolor, no físico, sino mental e intelectual.
Tal es, en el curso de ilustras vidas, el origen del mal que cae sobre nosotros y que siempre nos parece el más duro de todos, siempre es aquella única cosa que nos parece imposible sobrellevar. Si miramos la cosa desde más alto, veremos que estamos intentando salir de nuestra cáscara, rompiéndola por su único punto vulnerable, que nuestro crecimiento, para serlo de veras, y no el resultado colectivo de una serie de escrecencias, debe proceder: igualmente por todas partes, así como el cuerpo de un niño crece, no la cabeza primero y luego una mano, y si a caso una pierna después, sino en todas direcciones a un tiempo, con regularidad y sin que se note. La tendencia del hombre es cultivar cada parte por separado, haciendo entre tanto caso omiso de las demás; cada opresión de dolor es causada por la expansión de alguna parte desatendida, siendo tal expansión hecha más difícilmente por los efectos de la cultura enfocada a otras partes.
El mal es a menudo resultado de una extremada cavilación, y los hombres siempre tratan de hacer demasiado; no se resignan a tener el bien alcanzado y a hacer siempre precisamente lo que la ocasión requiere y no más; exageran todos sus actos y así producen karma que tendrá que liquidarse en un futuro nacimiento.
Una de las formas más sutiles de este mal es la esperanza y deseo de recompensa. Muchos son los que, las más veces inconscientemente, desvirtúan todos sus esfuerzos por el hecho de abrigar esta idea de recompensa, dejando que se convierta en un factor activo de sus vidas, y por tanto, dejan la puerta abierta a los afanes, dudas, temores, desaliento y al fracaso.
La meta que persigue el aspirante es el paso a un plano superior de existencia; tiene que convertirse en un hombre nuevo, más perfecto en todo lo que es ahora, y, si lo consigue, su posibilidades y sus facultades recibirán un aumento correlativo de alcance y poder, así como en el mundo visible hallamos que a cada fase de la evolución ascendente corresponde un aumento de capacidad. Así es como el Adepto adquiere los maravillosos poderes tantas veces descritos: pero el punto principal que hay que recordar es que dichos poderes son el acompañamiento natural de una existencia en un plano superior de evolución, así como las facultades ordinarias del hombre son el acompañamiento natural de una existencia en el plano humano ordinario.
Muchos parecen creer que el Adeptado no es tanto el resultado de un desarrollo radical como de una construcción agregada; se figuran que un Adepto es un hombre que, por medio de cierto sistema de entrenamiento claramente definido y consistente en minuciosa observancia de un cuerpo de reglamentos arbitrarios, adquiere primero un poder y luego otro, y cuando ha alcanzado cierto número de poderes, es de repente consagrado Adepto. Partiendo de esta base falsa, se figuran que lo primero que hay que hacer para alcanzar ei Adeptado, es adquirir "poderes", la clarividencia, y el poder de abandonar el cuerpo físico y viajar a grandes distancias, son desde luego los que más seducen.
A los que desean adquirir estos poderes para su propia ventaja personal, nada tenemos que decir; caen bajo la condenación común a todos, los que obran para fines egoístas. Pero hay otros que, tomando el efecto por la causa, creen honradamente que la adquisición de poderes anormales es el único camino hacia el adelanto espiritual. Estos consideran nuestra Sociedad Teosófica meramente como un medio o instrumento, el más apropiado para ponerlas en condiciones de instruirse en dicha dirección, mirándola como una especie de academia oculta, una institución establecida para facilitar la instrucción de futuros taumaturgos. A pesar de las repélelas protestas y avisos, hay ciertas mentalidades en las que este concepto ha irremisiblemente arraigado, y estas gentes son las que más alto exteriorizan la expresión de su desencanto, cuando se aperciben de que lo que en un principio se les había prevenido, es pura verdad: que la Sociedad fué fundada no para enseñar atajos nuevos y cómodos hacia la adquisición de "poderes", sino que su única misión es la de reavivar la antorcha de la verdad desde tanto tiempo extinguida para todos excepto unos cuantos, y de mantener viva esta verdad por medio de la constitución de una unión fraternal de la humanidad, único suelo en el que puede prosperar la buena simiente. La Sociedad Teosófica desea muy de veras fomentar el crecimiento espiritual de todo individuo que acude a ella, pero sus métodos son los de los antiguos Rishis, sus principios los del antiquísimo Esoterismo: no es ella dispensadora de ensalmos patentizados, compuestos de remedios violentos que ningún honrado sanador quisiera emplear.
Aquí desearíamos precaver a todos nuestros miembros y a otros que buscan conocimiento espiritual, contra aquellas personas que se ofrecen a enseñarles métodos fáciles para adquirir facultades psíquicas; tales facultades pueden, es cierto, adquirirse con relativa facilidad por medios artificiales (laukika), pero se desvanecen tan pronto como el estímulo nervioso se agota. La verdadera calidad de vidente y Adepto que va acompañada de un legítimo desarrollo psíquico (Iokottara), una vez adquirida no se pierde nunca.
Parece que varias sociedades se han formado desde la fundación de la Sociedad Teosófica, aprovechándose del interés que ésta ha despertado sobre estos asuntos de indagación psíquica, y procurando atraerse miembros con la promesa de una fácil adquisición de poderes psíquicos. En la India conocemos desde mucho tiempo la existencia de huestes de falsos ascetas de toda clase, y nos tememos que el peligro que de esto nace, se vaya renovando tanto aquí como en Europa y en América. Sólo nos cabe esperar que ninguno de nuestros miembros embelesado por brillantes promesas, consienta ser engañado por auto-ilusos soñadores,o según el caso, por impostores de profesión.
Para que se vea que son justiñcadas nuestras protestas y providencias, podemos decir que recientemente hemos visto, dentro de una carta de Benarés, copias de un anuncio últimamente publicado por uno que se da título de Mahatma. En ese anuncio pide "ocho hombres y mujeres que sepan el inglés bien y además uno cualquiera de los varios dialectos indos; y termina diciendo que "los que deseen informarse de los pormenores del trabajo y de la cuantía del salario", deberán escribirle a sus señas, incluyendo sellos en la carta. A la vista tenemos aquí sobre la mesa una nueva edición del libro The Divine Pymander, publicado en Inglaterra el año pasado, y que tiene un aviso para los Teosofistas que pudieran haberse visto de fraudados en sus esperanzas de libre dispensación de la Sublime Sabiduría por los Mahatmas Indos, invitándoles cordialmente a que envíen sus nombres al Editor, quien, "después de una corta prueba", les hará admitir en una Fraternidad Oculta, la cual "enseña libremente y sin reserva a todos aquellos a -quienes juzga dignos de ser admitidos". Por singular coincidencia vemos que en el mismísimo libro citado dice Hermes Trismegisto:
"Pues este, hijo, es el único camino hacia la Verdad, el que recorrieron nuestros antepasados, y por el cual, prosiguiendo su viaje, llegaron por fin al Bien. Es un camino venerable y sencillo, pero áspero y dificultoso para el alma que se halla en el cuerpo. Por lo cual debemos tratar con cautela a esta clase de gentes, con el fin de que, permaneciendo en ignorancia, puedan ser menos malos por temor de aquello que es oculto y secreto."
Es muy cierto que algunos teosofistas (sin culpa de nadie más que de ellos mismos) han sufrido un gran desengaño porque no les hemos ofrecido una senda de atajo hacia el Yoga Vidya y hay otros que desean obras prácticas. Y es bastante significativo que aquellos que han hecho menos para la Sociedad, son los más porfiados en acusarla. Pues bien, esas personas, así como todos nuestros miembros que tengan condiciones para ello, ¿por qué no emprenden seriamente el estudio del Mesmerismo? El Mesmerismo ha sido llamado la Clave de las Ciencias Ocultas, y tiene la ventaja de que ofrece oportunidades especiales para hacer bien a sus semejantes. Si en cada una de nuestras Logias pudiéramos establecer un dispensario homeopático con la añadidura do curaciones mesméricas, como se ha hecho ya con gran éxito en Bombay, podríamos contribuir a que la ciencia medical en este país se colocara sobre una base más sana, y ser así el medio de un gran beneficio para las gentes.
Hay otras de nuestras Logias, además de la de Bombay, que ha in tentado algo bueno en esta dirección; pero hay márgen para muchísimo más
que lo que se ha hecho hasta ahora. Y lo mismo pasa con respecto a otros departamentos del trabajo de la Sociedad. Muy de desear fuera que los miembros de cada Logia se estrechasen en mutua consulta, para resolver sobre cuanto pudiera llevarse a cabo en cumplimiento de los expresos objetos de la Sociedad. En sobrados casos los miembros de la Sociedad Teosófica se contentan con un estudio un tanto supercial de sus libros, sin contribuir efectivamente en lo más mínimo a la parte activa de su misión. Si la Sociedad está llamada a ser una fuerza para el bien en ésta y otras tierras, no podrá lograr este resultado sino por medio de la activa cooperación de cada uno de sus miembros, y quisiéramos instar encarecidamente a cada uno de ellos a que examinase atentamente las posibilidades de trabajo que se hallan a su alcance, tratando luego con toda seriedad de llevarla* a efecto. El pensamiento sano es una buena condición, pero el pensamiento solo es poco eficiente si no se traslada a la acción. No hay un solo miembro de la Sociedad que no se halle capacitado para hacer algo en auxilio de la causa de la Verdad y de la Fraternidad universal; de su voluntad sólo depende el que este algo se convierta en un hecho.
Sobre todo quisiéramos dejar bien sentado en las mentes el hecho de que la Sociedad no es una academia para Adeptos incipientes: no pueden suministrarse titulares que vayan por las varias Logias dándoles instrucción sobre los diferentes asuntos que constituyen el campo de investigación de la Sociedad; las Logias tienen que estudiar por sí mismas; hay que proporcionarse libros, y el conocimiento que éstos contienen, cada miembro tiene que aplicarlo prácticamente; así es como se desarrollará la fortaleza y la fe en sí mismo y los poderes del raciocinio. Insistimos mucho sobre esto: pues se nos han hecho súplicas para que todo conferenciante que se envíe a las Logias, sea versado prácticamente en psicología experimental y clarividencia (verbi gracia: vista de espejos mégicos y lectura del por venir, etc). Pues bien, esta clase de experimentos opinamos que debe tomar origen entre los miembros para que tenga valor alguno en el desarrollo del individuo, o para que le sirva de progreso en el sendero "ascendente", y, por consiguiente, formalmente recomendamos a nuestros miembros que prueben por sí mismos.