Oswald Whirth, del que son conocidas las obras sobre el simbolismo iniciático, ha dado, en una obra reciente (El libro del aprendiz. Vol. 1), algunas consideraciones muy interesantes sobre las sectas esotéricas que florecieron en la Edad Media. Se sabe que la mayoría de estas sectas llevaban el nombre de Cofradías de San Juan.
A los arquitectos de la Edad Media, dijo, les gustaba celebrar los solsticios, de acuerdo con las costumbres que se remontan a los tiempos paganos más antiguos.
Nos preguntamos si, al abrigo de esta elección, el antiguo culto de Jano no había encontrado seguidores más o menos conscientes. Al igual que los dos santos del solsticio, el dios de la doble cara presidía la entrada del Sol en cada uno de los hemisferios celestes.
Jano también fue el genio de todos los comienzos, tanto de los años como de las estaciones, y de la vida y la existencia en general. Ahora bien, No hay que perder de vista que la palabra "comienzo" es "initium" en latín. Los iniciados debían ver la divinidad tutelar de la iniciación en este inmortal que estaba designado para custodiar las puertas (janua), de las que mantenía fuera a los que no debían entrar. Para ello disponía de una varita (baculum). También tenía una llave, para indicar que dependía de él abrir o cerrar las puertas, para revelar los misterios a los espíritus de elite, o esconderlos de la curiosidad de los profanos indignos de conocerlos.
"Etimológicamente, Juan, es cierto, no viene de Jano, sino del hebreo Jeho h'annan, que se traduce como: "Aquel a quien Jehová favorece". El mismo verbo aparece en H'anni-Baal o Annibal, que significa "Favorito de Baal". Pero Jeho y Baal son sólo nombres o títulos del Sol. Éste era considerado por los fenicios como una estrella ardiente, a menudo asesina, cuyos estragos son de temer. Los mitologos de Israel veían en ella, por el contrario, la imagen del Dios-Luz que ilumina las inteligencias. Jeho h'annan, Johannes, Jehan o Juan, también se convirtió en sinónimo del Hombre Iluminado a la manera de los Profetas. De la misma manera que los artistas de las catedrales, instruidos sin duda en las antiquísimas doctrinas esotéricas, el Verdadero Pensador o Iniciado tiene pues derecho a llamarse Hermano de San Juan.
Nótese, además, que San Juan Bautista se nos presenta como el precursor inmediato de la Luz redentora o del Cristo solar.
Es el amanecer intelectual que, en las mentes de los hombres, precede al día del claro entendimiento. Dura y áspera, su voz resuena a través de la esterilidad del desierto, revelando los ecos dormidos. Sus duros acentos sacuden las mentes rebeldes y las preparan para captar las verdades que deben ser reveladas.
Si el feroz Precursor está vinculado simbólicamente a la pálida blancura de la mañana, resulta apropiado, en cambio, imaginar a San Juan Evangelista rodeado de toda la gloria resplandeciente del atardecer. Personifica el crepúsculo del atardecer, la luz que incendia el cielo cuando el sol acaba de desaparecer bajo el horizonte. El discípulo favorito del Maestro era, de hecho, el confidente de su información secreta, reservada a las inteligencias de élite de los tiempos futuros. Se le atribuye que el Apocalipsis, con el pretexto de revelar los misterios cristianos, los enmascara con enigmas calculados para llevar a las mentes perspicaces más allá de la estrechez del dogma. Asimismo, es la tradición Juanita la que imperaba en todas las escuelas místicas, que, bajo el velo del esoterismo, apuntaban a la emancipación del pensamiento. No olvidemos, finalmente, que el cuarto Evangelio comienza con un texto de alto alcance Iniciático, sobre el que se hizo durante mucho tiempo el juramento masónico. La doctrina del Verbo hecho carne, es decir, de la Razón divina encarnada en la Humanidad, se remonta, a través de Platón, a las concepciones de los antiguos hierofantes.
En estas condiciones, el título de Logias de San Juan es más apropiado que cualquier otro para los talleres, donde las inteligencias, después de haber sido preparadas para recibir la luz, son llevadas a asimilarla progresivamente, para a su vez poder reflejarla ...
Sin embargo, sería temerario afirmar que los dos San Juan solo se relacionan con el simbolismo iniciático. Quizás correspondan a personajes que realmente existieron.
Pierre Piobb
Tomado de:
L'ANNEE OCCULTISTE et Psychique (1908).