Sólo hay una razón para el sufrimiento: la evolución, y la medida del sufrimiento viene dada por la necesidad de evolución, es decir, por el muro de egoísmo que encubre el "yo" material.
El yo material tiene que sufrir hasta que abra las puertas a las verdades que encubre, verdades que llegan a los planos de su subconsciencia.
Pero la balanza del yo sólo se equilibra cuando sus partes antagónicas dejan de luchar y en él se revela el gran ser que sólo él hace vibrar con la naturaleza interior entregada totalmente a las fuerzas del destino.
El karma es el camino elegido para realizar la magia de la alquimia espiritual-física-astral.
Sólo los fuertes son capaces de penetrar la palabra divina y seguir a través de la turbulenta tormenta de las pruebas con absoluta serenidad,
Por eso, la fe y la férrea voluntad de conquistar los planos de la verdad guiarán y sostendrán al "yo" de la ilusión aparente de ser "abandonado" por el espíritu durante las pruebas, empujado por las olas del destino y traicionado por todas las falsas verdades que hasta entonces le servían de refugio de seguridad y apoyo.
Finalmente, conquistando los planos supremos, toda y cualquier manifestación externa no debe ser vista, sino como una expresión fatal de la vida una y global y no como un acto aislado y casual, nada ocurre sino por voluntad del Padre.
El Yo es eterno e indestructible, y nada, absolutamente nada puede alcanzarlo, esta es la conciencia que el Yo debe realizar mientras está encarnado, tomando a los cuatro elementos como servidores de su voluntad,
Para lograrlo, el yo inferior, que es el reflejo del yo espiritual, debe entregarse por completo a las olas de su vida real y olvidar su sabiduría material para abrirse camino y absorber la sabiduría del universo que palpita en él y vibrar con la omnisciencia para saber guiar su voluntad de acuerdo y en perfecta armonía y equilibrio con el rayo que lo ilumina.
En este sentido, todo dolor material desaparece y en el lugar de la angustia viene la alegría y la paz de ser consciente de lo divino eternamente presente.
Si el ser material conociera la belleza y la felicidad infinita que es su verdadera herencia primordial y espiritual por ser una esencia divina y eterna nunca se afligiría por el mundo manifestado ni por la prisión perecedera que eventualmente podría ocupar a lo largo de las encarnaciones.
Hay que vivir la vida con sus dolores angustiosos para que el yo material aprenda por fin positivamente, su verdadera esencia y reconozca su nulidad en su propia estructura grandiosa.
El mecanismo de esta gigantesca obra de Dios, llamada ser humano, debe funcionar armoniosamente, por su propia conciencia y fuerza, sin apoyo externo o espiritual, con capacidad de expresarse y vibrar en cada plano, como agente, o en todos los planos, como rayo expresado.
El hombre a menudo siente el poder de su "yo" interior en su viaje, influenciando sus acciones al influir en su voluntad y dejando que la voluntad de su propio rayo se manifieste, pero sólo el dolor es la llave que abre y desarrolla plenamente la personalidad terrenal hacia una expresión cada vez más consciente, rindiéndose a la voluntad del rayo como materia purificada, libre de focos egoístas u obstáculos.
Egoísmo, este es el obstáculo que oculta la verdad luminosa y transparente de la conciencia pura, aquí está el espectro el guardián de la llave del equilibrio, oculto entre las vísceras de la personalidad humana, aquí está el combatiente de la ilusión el foco del espejismo del yo tratando de salvar su vana estructura creando y apegándose a prejuicios para retrasar la inevitable disolución y transmutación del yo.
Mi mensaje viene a abrir tu mente a los dolores de la vida y a la angustia que busca moldear al ser terrenal transformándolo y transmutándolo en un ser divino.
Ama el dolor que ha sido dado por tu chispa divina, como sacrificio de ti mismo, por la belleza de la vida.
Maestro Gíuseppe Cambareri R+