"...En los últimos cincuenta años, la mayoría de los que actualmente se dedican a los estudios gnósticos se han apartado de una consideración seria del gnosticismo. Sus principales objeciones han sido (1) que el gnosticismo representa una tradición extinta a la que sólo se puede acceder históricamente; (2) que el gnosticismo está tan profundamente inmerso en el pesimismo cósmico que es irrelevante en una era de progreso y (3) que el gnosticismo es materia de fantasía especulativa desconectada de la razón y la experiencia. Examinemos brevemente cada una de estas objeciones.
En cierto sentido, podría decirse que ninguna tradición espiritual se extingue jamás. Una exploración que se sumerge en el océano del alma humana es como el círculo que se expande en alguna parte cuando se lanza una piedra: siempre continúa hacia fuera, incluso cuando ya no es perceptible para nuestros sentidos. La sabiduría de los gnósticos es como este círculo: sigue influyendo en el pensamiento y la intuición humanos, se reconozca o no como fuente. Gran parte de la espiritualidad alternativa de Occidente está relacionada de algún modo con el gnosticismo o deriva de él (en particular, el Papa Juan Pablo II, en su libro Cruzar el umbral de la esperanza, reconoce "el retorno de las antiguas ideas gnósticas bajo el disfraz de la llamada 'Nueva Era'"). Las ideas supervivientes y renacidas del gnosticismo están entre nosotros. Podemos aplicarles otra metáfora: la de un río. Cuanto más nos acercamos a la fuente, más pura es el agua. Si queremos descubrir la sabiduría gnóstica en su expresión más prístina, debemos buscar el manantial...
El supuesto pesimismo de la cosmovisión gnóstica ha sido un escollo para muchos críticos. Hace un siglo, o incluso medio siglo, la cultura occidental estaba llena de esperanza; la expansión de la ciencia, unida al deseo de avance humano, actuaba como un impetuoso tóxico que propagaba la alegría optimista. El estallido de dos guerras mundiales y la consiguiente destrucción psicológica nos hicieron recapacitar.
Acontecimientos más recientes han puesto aún más de manifiesto la fragilidad de las ideas optimistas. Al comienzo del nuevo milenio, nos enfrentamos a circunstancias aleccionadoras: los aviones que antaño se consideraban mensajeros de la "aldea global" se han convertido en misiles destructivos; las cartas transportadas por el servicio postal resultan ser instrumentos de muerte. "Todos somos americanos en la pubertad", escribe Evelyn Waugh en sus diarios, "pero morimos a la francesa", refiriéndose a cómo el optimismo ingenuo se convierte en sombrío realismo según el resultado de la experiencia. Esta maduración de nuestra cultura puede hacernos apreciar de nuevo el gnosticismo.
En sus intentos por desacreditar el gnosticismo, sus primeros y más influyentes críticos lo representaron como una filosofía inútil y el producto de una imaginación desmedida. Estos juicios fueron seriamente cuestionados por algunos de los principales pensadores de los siglos XIX y XX. Mientras que la erudición bíblica discernía parte del valor de las escrituras gnósticas, los filósofos existencialistas y fenomenológicos llegaron a reconocer el terreno común que compartían con el gnosticismo. En muchos sentidos, el esfuerzo más poderoso por rehabilitar a los gnósticos provino del gran psicoanalista C.G. Jung, que percibió imágenes originales del inconsciente colectivo en las escrituras gnósticas y autentificó así el origen visionario y el contenido de las revelaciones gnósticas. Este último punto es de singular relevancia ....".
Así vemos como este gran estudioso de la Gnosis y Obispo activo de una respetable tradición responde de forma magistral a los tres puntos planteados.
Recomendamos la lectura del libro de Stephan Holler, GNOSTICISMO - Una Nueva Interpretación de la Tradición Oculta para los Tiempos Modernos.
Buena lectura.
Que las Rosas Florezcan en Tu Cruz
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