Durante mi viaje a Sudamérica, fui consultado por miles de enfermos, y quedé prácticamente agotado, porque a cada uno de los pacientes le doy un poco de mi propia vida, para animarlos y curarlos.
No utilizo en mis curas los medios ordinarios conocidos, y no siempre estoy de acuerdo con la medicina oficial. Mi modo de acción se ajusta invariablemente a la Ciencia de la Rosa-Cruz, que distingue entre las dolencias hereditarias o kármicas y las enfermedades adquiridas. El rosacruz no olvida que todo ser al nacer es el resultado de vidas anteriores y que durante el período embrionario recibe influencias externas que, al dar a luz, llevan consigo una carga de dolencias que deben ser combatidas por procesos especiales desconocidos por los médicos. Existe, además, en nuestro interior un dualismo. Dos principios diferentes actúan al mismo tiempo; uno se dedica constantemente a construir y edificar, el otro a demoler y destruir; y como este fenómeno cristaliza en el metabolismo, lo que realmente existe son dolencias del metabolismo. El hombre pasa alternativamente por dos períodos: uno de vigilia y otro de sueño. En uno de estos períodos gasta y en el otro recibe fuerzas; de ahí que haya enfermedades que deban tratarse durante la vigilia y otras durante el sueño. El ser humano debe ser considerado bajo su triple aspecto de cuerpo, alma y espíritu. Hay dolencias del cuerpo que deben ser combatidas con sustancias materiales; hay dolencias psíquicas del alma que requieren una terapia especial; y, además, como estos tres aspectos no pueden ser separados, todos los tratamientos deben estar condicionados a este trío.
El hombre no es una máquina, sino el exponente de fuerzas terrestres y cósmicas, y los Rosa-Cruz reconocen la existencia de infecciones cósmicas y terrestres. Lo que es naturalmente más difícil es localizar la causa del mal; si viene de la tierra o de arriba.
También hay que tener en cuenta si se trata de una enfermedad crónica o aguda, ya que cada una requiere un tratamiento diferente. Existe una sustancia universal y cósmica de la que emana todo, y que sólo puede ser manejada por una mente ejercitada. Es con ella que el médico rosacruz, que conoce el mecanismo de las formas de pensamiento, hace maravillas. Hace maravillas. Sin embargo, no debemos despreciar los conocimientos de la ciencia, y los que poseemos títulos oficiales tenemos una gran ventaja; sabemos lo que no podemos hacer, pues conocemos los lamentables fracasos de la alopatía y las deficiencias de la escuela homeopática, que nos obligan a organizar una terapia ecléctica en armonía con las leyes de la naturaleza y de acuerdo con las experiencias de los rosacruces.
Los antiguos iniciados utilizaban muchas plantas que ellos mismos cultivaban, y esto también lo hacemos nosotros, además de estudiar la influencia astrológica sobre ellas y preparar elixires que actúan sobre el organismo como la piedra filosofal, pero que, en lugar de transmutar el plomo en oro, convierten, a veces instantáneamente, al paciente en un hombre sano.
El hipnotismo, la magia, el magnetismo, la oración, el psicoanálisis y la psicoterapia deben formar parte del arsenal de conocimientos del rosacruz que se dedica a la curación de enfermedades. También deben conocer la alquimia y la astrología, manejar tatwas y ser clarividentes, pues sólo así podrán tener éxito. Lo que uno se aventura con conocimientos mediocres no sólo fracasa sino que constituye un terrible karma. La oración y la enunciación de los mantras sagrados deben ser tu trabajo constante y comprender que sin la ayuda de los M.M. del invisible no se es, y que recurriendo a ellos eres todopoderoso. Δ
Dr. Krumm-Heller
Revista Gnose
Febrero 1940