Sobre el libro "Encantamientos" - F. Ch. Barlet

 

Entre las obras recientemente publicadas, debemos llamar la atención de nuestros lectores sobre el curiosísimo estudio sobre los encantamientos, con el que Sedir continúa sus excelentes enseñanzas prácticas. Basta nombrar al autor de Temperamentos aplicados a la cultura psíquica, y de Espejos mágicos, para decir qué ciencia, qué erudición concienzuda se puede esperar encontrar en esta nueva obra, que se siente confirmada por la observación y la práctica.


"En las palabras, como en las hierbas y las piedras, dice Eckartshausen, se esconden muchas virtudes. Toda palabra está dotada de poder, cuando está impregnada de la fuerza del alma. Es la Palabra la que crea las formas, dice Eliphas Lévy. Toda la magia está en una palabra, y esta palabra pronunciada cabalísticamente es más fuerte que todos los poderes del cielo, la tierra y el infierno. Con el nombre de Iod-He-Vau-He se comanda la naturaleza; las fuerzas ocultas que componen el imperio de Hermes son todas obedientes al que sabe pronunciar según la ciencia el nombre incomunicable de Agla.

De todas las modificaciones fluídicas del Agente Universal, dice de Guaita, el Sonido es quizás el más llamativo de los influjos ocultos. La voluntad de un adepto llevada por ondulaciones sonoras de cierto orden rítmico constituye una fuerza inteligente a la que nadie ni nada en los mundos astral y material puede resistirse.

Cada vibración del plano físico -dice Papus- determina cambios particulares de estado en los planos astral y psíquico; de ahí la considerable influencia que el Verbo humano ejerce sobre todos los planos de la Naturaleza.

Pero ninguno de estos autores da ningún desarrollo a estos aforismos. Sigue siendo uno de los temas más misteriosos del ocultismo, el que se refiere al Mantram.

Estamos tan acostumbrados a la mayoría de las manifestaciones del Verbo por parte del Hombre que no les hacemos caso; el lenguaje escrito o hablado no nos sorprende a pesar de sus maravillas, aunque se imponga como fuerza motriz o imperativa; Apenas sabemos apreciar en todo su poder la bendición o su contrario, el canto, el himno, la oración incluso; más raro aún, la evocación y el exorcismo nos encuentran más incrédulos que sorprendidos; pero el Mantram nos parece particularmente maravilloso porque la repercusión por la que opera está toda en lo invisible.

No toca nuestro entendimiento como el lenguaje, donde la idea adquiere una forma sensible; no hipnotiza como la música, cuyo poder reside tanto en el ritmo como en los modos o el tono; no ordena como en el orden oral, exorcismo o evocación. No invoca como la oración; no se dirige directamente a ningún agente invisible. Y, sin embargo, lleva en sí mismo algo de cada uno de estos efectos, porque el pensamiento que lo impregna, a la vez quintaesenciado por el símbolo y condensado por las vibraciones del sonido, resonará en los tres mundos y los vinculará entre sí. Es la Palabra en todo su poder efectivo.

Para desentrañar su misterio, el erudito debe ser también un filósofo; nuestro autor no ha dejado de emplear esta doble aptitud, de la que ya nos ha dado tantas pruebas. Por un método armonioso, que tiene cuidado de explicarnos en primer lugar, hace dos partes iguales en su demostración: una, toda teórica, explica la Palabra misma; la otra, así iluminada por los principios, nos cuenta el mecanismo de los Mantras, su ritual y el entrenamiento que requieren. 

Cada una de estas dos partes está hábilmente distribuida en tres capítulos, que forman un ternario:

El Verbo dentro de la Suprema Trinidad;
La Palabra en movimiento de involución, o la Palabra hablada:
Y el Verbo en el hombre, o Logos humano.

Esta es la continuación de los estudios teóricos.

En la primera, enteramente teogónica, vemos al Verbo, "eterna Voluntad de Dios, vida y principio de todas las cosas", naciendo del primer movimiento creador en el seno del Absoluto "antes de todos los tiempos". Este capítulo lo define, lo explica en su esencia y sus potencialidades, a través de amplias citas comentadas de los textos más puros tomados de las dos tradiciones orientales y occidentales, extraídas de Boehme o del Baghavat-Gità. El autor nos eleva así, desde el principio, a esas sublimes alturas donde las divergencias humanas se desvanecen en los esplendores de la Verdad divina.

El segundo capítulo, que es como el alma de este libro, tan sugestivo en su concisión, describe esa fase grandiosa de la cosmogonía en la que el Verbo, procedente del ternario pregenético, engendra los elementos del universo físico. Las citas y los comentarios se multiplican, de nuevo tomados de las mejores fuentes de todo tipo; las cristianas suministradas por Boehme, las orientales solicitadas al Baghavat-Gità, el Katha-Upanishad, etc., los Pouranas, Sankaratcharya, Subba-Rao, Malfati, d'Olivet.

Tras la explicación del movimiento generador en la Trinidad, encontramos su desarrollo en estas cuatro fases sucesivas que conducen a la Naturaleza, Maya, a los principales genios, a los elementos y finalmente a la Quintaesencia, la luz superior, o Akasa, donde resuena el nombre sagrado de Aum para los orientales, de Tetragrammaton para los europeos: más de diez páginas se dedican especialmente a comentar esta palabra sagrada, Aum.

El último de los capítulos teóricos, dedicado a la Androgenia, revela finalmente, siempre a la luz de los mismos textos y como conclusión de todo lo que precede, la naturaleza y el alcance del Verbo en el Hombre considerado en su constitución quintuple. En efecto, es con el número cinco con el que se relaciona más particularmente este libro, destinado a esclarecer los misterios de la realización del Verbo y su dominio sobre los elementos.

Aquí, después de recordar el quinario humano particularmente aparente en los cinco sentidos y sus dobles invisibles, Sedir nos señala en primer lugar el papel capital del Verbo, como "vínculo entre la conciencia y los diversos estados de la vida cósmica", y, en consecuencia, como instrumento particularmente apropiado para el objetivo de la vida humana. A continuación nos muestra, siempre según las mismas fuentes, a las que se añaden ingeniosas citas de Saint-Martin, los orígenes del Verbo, su desarrollo psicológico, demasiado poco conocido, en cinco etapas, que hacen descender el pensamiento hasta el lenguaje. Luego, volviendo a la causa de la diferenciación de las lenguas, operada en el astral, nos remite a esta lengua única y original de la que hablan todos los esoteristas, que Fabre d'Olivet ha revelado particularmente y que, como vínculo entre los dos mundos físico y psíquico, anuncia y justifica los efectos de los Mantras.

Así, excavado hasta sus raíces más profundas, este misterioso tema aparece en toda su unidad, medio perdido en lo invisible: los detalles prácticos pueden ser abordados con provecho. Los tres capítulos de la segunda parte exponen el Ritual, con toda la bibliografía relacionada con él, y añaden la prueba positiva de experimentos tan curiosos como sencillos, que el lector querrá repetir o proseguir; finalmente, nos dicen mediante qué entrenamiento preliminar se llega a ser capaz de practicar los Mantras.

Quizá sea lamentable ver cómo nuestro docto autor abandona el excelente camino que había seguido en la primera parte del libro, para centrarse exclusivamente en la India, cuando hubiera sido tan interesante conocer al mismo tiempo los secretos aún velados de los conjuros cabalísticos, Sedir lo justifica diciéndonos que "el principio de la lengua hebrea (a la vez figurada y sonora en sus jeroglíficos) complica singularmente su estudio, de modo que una restitución del lenguaje mágico de las clavículas es una empresa muy larga de concebir y sobre todo de realizar. " Esperemos que pronto complete la excelente obra que aquí analizamos revelándonos con la misma ciencia y la misma autoridad los secretos que afectan particularmente a nuestro mundo cristiano y a nuestra civilización europea. Agradezcamos mientras tanto que ya nos explique una práctica tan oscura contándonos los secretos de las personas que aún se dedican a ella diariamente.

Sedir tiene cuidado de advertirnos primero de la naturaleza de estas prácticas, de su verdadero lugar en la iniciación. Aparecen en las etapas inferiores, siendo una especie de magia ceremonial destinada no a evocar algún espíritu para tomar prestado su poder, sino sólo a poner en movimiento fuerzas naturales que reflejan algunas cosas de lo invisible en el alma del operador. Entre los diversos sistemas de Yoga, el encantamiento es el cuarto, el menor, el del Laya-Yoga, y como ciencia ocupa el mismo rango bajo el nombre de Gouhya-Vidya, después de la ciencia del absoluto y la de la magia natural o Gran Ciencia. Podemos hacernos una idea de su lugar en nuestras teorías occidentales consultando el capítulo II de esta magnífica Clave de la Magia Negra, donde de Guaïta nos indica los cuatro tipos de exteriorización psíquica y los cuatro tipos de éxtasis enseñados por los rosacruces (el del amor, el simbólico, el místico y el musical).

Si observamos, además, que de los tres modos de realización de Sedir que desarrollamos, el menos difícil, el más frecuente, es aquel por el que el operador se identifica, se entrega, por así decirlo, a las fuerzas nefastas de la Naturaleza; si observamos que entre las ciencias enseñadas por los tratados de Mantras : "la hipnosis por medios prohibidos, como la ablación de la lengua de los niños, el asesinato por encantamiento, el culto de " la mano izquierda " los diversos métodos para hacer morir a los hombres" y otras prácticas del mismo tipo aptas para recordar aquel aforismo de E. Lévy que "el Verbo injusto, incapaz de realizarse por la creación, debe matar o morir", se comprenderá toda la reserva que nuestro autor aporta a sus desarrollos; se explicará por qué, en presencia de realizaciones tan peligrosas para el operador como para la sociedad, se niega a darnos más que "la más elemental de sus informaciones personales".

Con el beneficio de estas importantes observaciones, el discípulo en esoterismo que no debe dejar en la oscuridad ninguna noción, por oscura que sea (y especialmente las sospechosas), leerá con el mayor interés y provecho todos los detalles de este curioso libro. Encontrará en él la clasificación de los innumerables Mantras que la India ha descubierto; los preparativos personales requeridos del discípulo o necesarios por parte del Maestro para la corrección de los defectos a prever, la elección del momento o el modo de recitación.

Luego verá los numerosos escritos relativos a la Ciencia de los Mantras o Agamas divididos en tres órdenes, de los cuales Sédir nos da un catálogo con excelentes comentarios, y finalmente el difícil entrenamiento que lleva al Chela a la arriesgada práctica de los Mantras.

No se leerán con menos interés las curiosas pruebas experimentales con las que Sedir quiso apoyar este tema tan asombroso para nuestras mentes europeas, observando las imágenes astrales producidas por los sonidos musicales o por nuestra lengua o incluso por algunos Mantras hindúes.

En cuanto a contarles todo lo que hay de erudición, de ciencia filosófica, de profundidad intuitiva y de método al mismo tiempo en este pequeño libro, me veo impedido de hacerlo por la dedicatoria con la que el autor ha querido sorprenderme. Puedo decirle que es sólo el testimonio de un afecto demasiado indulgente que me es querido, pero cuyas ilusiones no puedo aceptar, sin embargo, no podría dejar de pensar que mi apreciación estaba fuertemente influenciada. Pero, afortunadamente, es bastante superfluo; usted sabe lo suficiente sobre todas las cualidades de nuestro amigo como para que sea necesario repetirlas. Este pobre análisis de su última obra sólo pretende que se aprecie el importante lugar que debe ocupar en la biblioteca del ocultista.

F. Ch. Barlet.