El Padre Nuestro y el Ave María - PAPUS

Señoras y Señores,

Acabamos de ver al ser humano viviendo en la Tierra y creando su cuerpo invisible. Ya les he dicho que, para acompañar este acto aquí en la Tierra, el Invisible entregó dos vías. En nuestro mundo occidental, se trata de dos oraciones: el Padre Nuestro y el Ave María.

El Padre Nuestro es la oración de la vida terrena. Su equivalente, el Aum, existe en la India y en China. Te haré un breve comentario sobre ella. Y si lo estudias un poco, encontrarás mucho más de lo que te estoy contando.

Desde el punto de vista del Esoterismo, el Padre Nuestro es la oración de la lucha por la vida.

El Padre comienza con la palabra divina: Adonai, para los israelitas; Padre Celestial, para los cristianos. Este Padre es la fuente única de toda vida y de todo bien.

Luego dijo: «Santificado sea tu nombre». El nombre divino no debe pronunciarse nunca fuera de un santuario o algo similar. Tanto si el santuario es un corazón, una boca o un templo, el nombre de Dios debe estar siempre santificado; y no debe profanarse materializándolo o utilizándolo para acuñar dinero. Esta es la clave para pronunciar el nombre divino en todas las religiones.

Luego, el Padre Nuestro nos hace pedir algo. Pero es tan esotérico que no tenemos ni idea de que estamos pidiendo algo más que el pan nuestro de cada día. En realidad, son tres los panes que pedimos cuando recitamos esta admirable oración. Son: el pan del cuerpo, el pan del alma y el pan del espíritu. Nunca se nos niega el primero. Os he dado un ejemplo de ello en la última charla. La Providencia nunca nos abandona, y nos da tanto el pan material como todo lo que necesitamos para ser moralmente felices. Pero nuestro espíritu también recibe algo, y son las pruebas que vienen a acecharla para hacerla evolucionar.

Sin darnos cuenta, también se las pedimos al Padre, y al día siguiente nos asombramos cuando una buena teja cae sobre nuestras cabezas.

El Padre Nuestro nos enseña entonces que debemos pagar las deudas que tenemos. 

La antigua fórmula latina: Danos lo que nos corresponde, como nosotros perdonamos a los que nos deben nuestras deudas se ha transformado en esto: Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Debemos amarnos los unos a los otros, como nos recomendó Cristo. Nuestro deber, por tanto, es perdonar a todo el que nos haya causado algún daño. Nunca empieces un juicio, porque un juicio es como una lotería. Cuando empiezas un juicio, no sabes cómo acabará. Pero aunque estés absolutamente seguro de que vas a ganar, es mejor no ir a juicio. Siempre es muy malo para tu propio progreso y el de tu oponente. Contraemos una nueva deuda que retrasa un poco más el restablecimiento definitivo. Así que es mejor intentar reconciliarte con tu enemigo. Y muchas veces he visto al Maestro decir a un caballero: «Te di la vida; te salvé de la muerte». Pues bien, si llevas este caso a los tribunales y éstos fallan a tu favor, te quitaré la salud y morirás». Estas palabras de un «hombre que sabía» le darán una explicación a las terribles desgracias que a veces se abaten sobre toda una familia y la ponen de rodillas. Y si nos tomáramos la molestia de remontarnos al pasado de la familia, podríamos encontrar el origen de todo este sufrimiento, aparentemente injustificado, en el éxito de un pleito que reportó una fortuna escandalosa.

El Padre Nuestro añade: «Presérvanos de la tentación». Con esto pedimos ser preservados de los embates del futuro que nos van a golpear. Cuando alguien quiere hundirnos, nos envía una idea de involución. Este aparece tres veces. Es extremadamente importante y les aconsejo que tomen nota de ello. Personalmente, nunca he visto que un cliché aparezca tres veces, porque siempre he caído en él la primera vez. Pero he conocido a personas muy fuertes a las que estas energias se les aparecieron hasta tres veces.

Por último, el Padre Nuestro pide que seamos liberados del mal que hemos generado. Es algo muy curioso. Mientras que algunas tradiciones nos dicen que el karma sólo puede desprenderse del hombre a través del sufrimiento personal y que ningún dios puede salvarnos del castigo en que hemos incurrido, el Padrenuestro viene a decirnos que Dios tiene el poder de quitarnos parte de la carga que pesa sobre nuestros débiles hombros.

Tal es la inteligencia eterna que resulta de esta magnífica oración. En conclusión, digamos que permite al ser humano guiarse por la vida.

Pero lo maravilloso del cristianismo es que el Ave María puede ser comprendido fácilmente por todo el mundo. No importa si eres protestante o católico. El Ave María es para todos. Se divide en tres partes.

Las primeras palabras son las dirigidas por el Angel Gabriel a la Virgen María. Estas palabras pueden concebirse en cualquier religión y anuncian a la mujer su admirable papel en todas las esferas visibles e invisibles. Es la representación del Principio Femenino en todos los planos posibles, lo que los hindúes llaman Maya, porque los hindúes pronuncian muy mal las r, y que se ha convertido en la Gran Ilusión. Es ella la que desarrollará todas las formas y la que debe ser considerada como la Guardiana de la Humanidad. Por eso el ángel dice: «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo...». Esto es para las mujeres en cualquier plano, ya que ellas representan el Principio Femenino, así como Cristo simboliza el Principio Masculino universal.

Luego, en el segundo ciclo, María es recibida por la madre de Juan el Bautista, que comenta las palabras del ángel, diciéndole: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.... . Ahí está la clave de los ciclos astrales y de la encarnación de Cristo, porque el ser que estaba en el vientre de María pasó por el signo de la Virgen, que sólo pasa por seres particulares.

Inicialmente, la oración se detuvo ahí.

Fue en 1934, en el Concilio de Éfeso, cuando se añadió la última parte del Ave María. Esta parte es humana y puede considerarse como la revelación del papel de la mujer después de la muerte. Es de considerable importancia, y voy a hablarles de ella enseguida. Aquellos de ustedes que deseen seguir los cursos del Dr. Hozier tendrán la clave de todo lo que tengo que contarles brevemente.

Se nos juzga después de la muerte, pero sigue habiendo un tribunal de apelación. No es el juzgado de paz que, por una nimiedad, te condena a pagar 200 o 300 francos. Por eso, cuando te juzgan después de la muerte, hay una apelación al corazón femenino. A este respecto, no olvides que el Plano de María es el de la piedad femenina y toda alma tiene derecho a apelar a él. Este plano está formado por un número infinito de seres a los que nada les gustaría más que suavizar tu dolor o salvarte. Pero aquí surge inmediatamente una objeción. ¿Qué pasa con los protestantes que no creen en absoluto en la Virgen María? Yo respondería que eso no tiene importancia, sobre todo porque el Cielo nunca se ocupa de esas nimiedades terrenales. Se pertenezca a una Iglesia o a otra, en el fondo siempre es lo mismo bajo una forma diferente. Cristo dijo: «Hay muchas mansiones en la casa de mi Padre.» Pues bien, los protestantes tienen una concepción muy femenina de Cristo. Ven a Cristo perdonando a todos los pecadores y viniendo siempre en nuestra ayuda. En resumen, el protestante pone en el plan de Cristo lo que constituye la esencia del plan de María. Y cuando apele al otro lado, verá que un ser del Plano de Cristo le concederá la piedad que un ser del Plano de María le daría al católico. El cielo no quema a un hombre porque crea esto o aquello. Bueno es para los sacerdotes terrenales que dicen a los hombres: "Si no creéis en nosotros, seréis quemados para siempre." Todo ser humano se salva, siempre que haya cumplido con su deber. Añadamos incluso que el materialista o ateo que hace el bien es recompensado aún más que el creyente. ¿Acaso no tiene más mérito real que este último al practicar la virtud, puesto que no cree en nada y no espera ninguna recompensa futura?

No olvidemos que el color que nos caracteriza astralmente somos nosotros quienes se lo damos. Cuando llegamos un poco oscuros al otro lado, el Plan Celestial puede ayudarnos a redimirnos. Esto es lo que quiso decir el Concilio de Éfeso, y es muy importante recordar esta enseñanza.

Así, los seres humanos, en la Tierra, tienen luces para guiarse. Que estas luces vengan de él o de otra parte, nos importa poco.

Debo mostrarles cómo, aquí abajo, estropeamos nuestra existencia posterior.

Todos nacemos con gérmenes de ideas, como bien dijo Louis-Claude de Saint-Martin. Y son las sensaciones que experimentamos en un entorno determinado las que permiten que algunos de estos gérmenes se desarrollen y crezcan. Ponga a un niño en La Petite Roquette y es casi seguro que lo convertirá en un monigote, porque las sensaciones que experimenta no harán más que desarrollar las malas semillas en su cerebro. Ponga a la misma persona con gente honesta que le quiera, y las semillas que germinen serán totalmente distintas de las primeras. Se puede decir, por tanto, que el ser humano es siempre producto de su entorno, pero a través de las sensaciones, igual que el roble procede de la bellota, que ha sido colocada en un suelo adecuado y sometida a la acción del agua y del calor.

También debo decirles que cada uno de nosotros está sujeto a leyes cíclicas, que normalmente se manifiestan cada siete años. Si tuviéramos una norma, podríamos decir que el hombre debería vivir setenta años. Pues bien, no vivimos siete veces diez años, y el peligro de partir hacia el Astral surge en cada nuevo período de siete años, es decir, a los siete, catorce, veintiuno, veintiocho, treinta y cinco, cuarenta y dos, cuarenta y nueve y setenta años de edad. En cada uno de estos períodos que acabo de mencionar, hay que temer la llegada de la Muerte, ese gran libertador que tanto nos asusta. Es este miedo a la Muerte lo que nos distingue sobre todo de los orientales.  La perla del cuerpo físico no asusta al oriental porque cree en la reencarnación. Esta creencia es la clave del valor japonés. El japonés que combatió en la guerra chino-japonesa tenía la firme esperanza de que, si moría luchando valientemente, volvería convertido en general en lugar del simple soldado de caballería que era. Pero este valor japonés que admiramos no vale ciertamente el del europeo, que deja una esposa con dos o tres hijos para ir a hacerse matar estúpidamente apoyando los intereses comerciales del señor X..., sin ninguna esperanza de recompensa futura. Es más, los japoneses no temen a la Muerte, porque están en constante comunicación con humanos incorpóreos. Y cuando un niño o un hombre se portan bien, en China o en Japón, no es a él a quien condecoran, sino a los antepasados.

Ahora llegamos a la circulación de las fuerzas divinas en la Humanidad, y aquí es donde terminaremos nuestra charla.

Cuando alguien nos habla de Dios, le miramos con un poco de respeto y, si es un pastor o un cura quien habla de ello, nos decimos: «Aquí hay otro que nos va a dejar boquiabiertos con esta idea». Dios nos parece un viejo desconocido que vive muy lejos de nosotros, por encima de las nubes y las estrellas, en lo alto del Cielo. Todos los reveladores nos dicen que Dios está dentro de nosotros y que circula en nuestro interior de tres maneras. Vas a decir que soy un panteísta horrible. Lamento decir que no es cierto. Un ejemplo vulgar os ayudará a comprender mi concepción de la Divinidad. Cuando tu dedo sufra una herida, no confundirás tu dedo con tu yo interior. Este trozo de carne, que forma parte de tu constitución física, no eres tú mismo. La prueba es que se curará por sí mismo sin la intervención de tu conciencia.

Pues bien. Así es como Dios se mueve a través de la humanidad. Es y permanece Él mismo, mientras se da a las diversas criaturas del Universo para darles vida.

Todo lo que vive sólo vive por un Principio divino que San Juan llamó el PADRE y que nosotros llamamos Dios. Es la Vida divina la que permite existir a todo ser.

Todo lo que habla -y hablar significa tener un color, un sabor, un sonido-, todo lo que verbaliza, si se me permite la expresión, procede del VERBO o del HIJO.

Por último, todo lo que emite luz, todo lo que ilumina los corazones y los cerebros, todo lo que trae paz al corazón y fe total, todo lo que trae piedad y dulzura se llama ESPÍRITU.

Estas tres fuerzas -el PADRE, el HIJO y el ESPÍRITU o la VIDA, la PALABRA y la LUZ- son las diversas manifestaciones de un Principio supremo al que llamaremos el ALMA, si le damos su significado absoluto.

Esta es nuestra idea de Dios y del Plan Divino.

¿Cómo se manifiesta Dios en nosotros? Se manifiesta en nosotros a través de la paz del corazón. El ser que tiene fe, que sabe que el Plan invisible existe, que nuestros muertos aún viven y residen en este Plano donde podremos entrar un día si no nos suicidamos, que cree que el Plan divino está siempre dispuesto a ayudarnos y que nunca nos dejará que nos falte nada, el ser que sabe todo esto está tranquilo en la vida porque ya nada le conmueve. Desprecia las riquezas y los honores de este mundo, pero no se retira a una torre de marfil, porque le interesa el alivio de todas las desgracias humanas. Esta es la mayor recompensa que el Cielo puede concedernos aquí abajo. Os la deseo de todo corazón, y espero que el año próximo volváis a nosotros más morales y más santos. En cuanto a mí, vuestro maestro de moral, no quisiera serlo también, porque se me podría hacer cometer algunas inmoralidades menores. 

Tomado y traducido del libro
Conférences ésotériques (Conferencias esotericas)
PAPUS 
9na confenrencia - 2da parte.
9 de Julio de 1908