Leemos en San Juan que "en el principio era el Verbo". El Logos, es decir, la palabra. Y siempre encontramos, en el Génesis, que Dios dijo hágase esto y hágase aquello, y llamó al día luz. Llamar nos recuerda al fuego - Lla-mar -. En estos pasajes podemos vislumbrar el poder de la palabra. Sin embargo, no todas las palabras gozan de este privilegio. Las palabras que pronunciamos a diario carecen de este poder, porque sólo sirven para expresar nuestras ideas, pero lo que el sacerdote, el sabio y el poeta pronuncian ejerce la maravilla de este gran poder.
El mundo no fue hecho de la Mente, ni de la Voluntad de Dios, sino del Verbo; fue el Logos el que se transmutó en el Universo.
Cuando meditamos sobre el fenómeno llamado "Dios llamó al cielo a la cúpula celeste", nos viene a la mente la pila bautismal, donde damos nuestros nombres a los niños, es decir, los llamamos por primera vez.
En los cuentos de Las mil y una noches, el Mago pronuncia una fórmula y en los Misterios encontramos que hay que saber pronunciar la palabra sagrada.
La Rosacruz y la Masonería buscan la palabra perdida, pues quien conoce el Mantram, la palabra sagrada, penetra en el secreto de la Naturaleza, conjura a los hombres, a los espíritus, a los animales y a las cosas, y los obliga a servirle. El Sésa-mo, abre en dos partes las montañas de granito. La palabra sirve para bendecir y maldecir, para alabar y condenar. Al Iniciado le basta una sola palabra para hacer feliz o infeliz a cualquier criatura.
Cuando escuchamos a un orador que lee la conferencia más interesante desde la tribuna de forma monótona, no nos conmueve en absoluto. Otro orador mucho menos erudito, que sabe animar sus palabras, arrasa con el público. Todo esto nos asegura el poder del Mantram de cuyo conocimiento no pueden prescindir los discípulos para darles la clave que les permita exteriorizarse.
Mis discípulos han aprendido a hablar no sólo con la boca, sino con todo el cuerpo, haciendo vibrar las vocales de la cabeza a los pies. Esta vocalización constituye uno de los mayores secretos y el masón lo sospecha en la siguiente frase: "No sé leer ni escribir, sólo sé deletrear". Lo peor es que el noventa por ciento de los masones ignoran el secreto de la ortografía y si no fuera así, conocerían todos los grados de la masonería, que son la base de los misterios masónicos y de la Rosa-Cruz.
Muchos de mis discípulos han probado esta verdad realizando los primeros ejercicios secretos de vocalización y la pronunciación exacta de los primeros mantras, y deseo que todos esos discípulos me den los datos posibles de sus progresos, especialmente los que han tomado el Gran Curso.
La salida astral es un prodigio, pero al mismo tiempo, un peligro, no para el que la realiza, sino para los demás, principalmente si el discípulo no ha adquirido aún la preparación moral necesaria y abusa de las posibilidades que el fenómeno permite. Con el cuerpo astral entrenado, podemos penetrar en los lugares más vigilados o supervisados, ejercer nuestra voluntad absoluta, sin que nadie sospeche.
Podremos realizar las hazañas y aventuras atribuidas a los fantasmas, tan temidas y tan vulgarizadas en los relatos populares de todos los tiempos.
No hay distancias, barreras, muros u obstáculos que impidan la acción o el paso del cuerpo astral, así exteriorizado. Sin embargo, hay una inmensa responsabilidad que recae sobre el Inicia-do que ha proporcionado la clave.
Por lo tanto, hay que ser muy cuidadoso a la hora de impartir estos conocimientos, que sólo deben ser transmitidos a quienes tengan la preparación moral necesaria. No debemos ni podemos dar esta clave a quienes no han hecho los cursos a los que nos hemos referido.
No es para los ambiciosos, ni para los egoístas, ni siquiera para los inconstantes, que hoy siguen las lecciones de un Maestro y mañana los consejos de otro, buscando sólo apropiarse de secretos cuyas leyes no pueden comprender.
No se da por ningún dinero, ni a los que tienen la ambición del dinero.
Quien puede salir en cuerpo astral debe sentir el mayor desprecio por Mammón, y por eso no creemos que puedan salir en cuerpo astral quienes venden cosas sagradas, se hacen millonarios y ofrecen migajas de su fortuna para la construcción de templos de la Rosa-Cruz.
El mundo no fue hecho de la Mente, ni de la Voluntad de Dios, sino del Verbo; fue el Logos el que se transmutó en el Universo.
Cuando meditamos sobre el fenómeno llamado "Dios llamó al cielo a la cúpula celeste", nos viene a la mente la pila bautismal, donde damos nuestros nombres a los niños, es decir, los llamamos por primera vez.
En los cuentos de Las mil y una noches, el Mago pronuncia una fórmula y en los Misterios encontramos que hay que saber pronunciar la palabra sagrada.
La Rosacruz y la Masonería buscan la palabra perdida, pues quien conoce el Mantram, la palabra sagrada, penetra en el secreto de la Naturaleza, conjura a los hombres, a los espíritus, a los animales y a las cosas, y los obliga a servirle. El Sésa-mo, abre en dos partes las montañas de granito. La palabra sirve para bendecir y maldecir, para alabar y condenar. Al Iniciado le basta una sola palabra para hacer feliz o infeliz a cualquier criatura.
Cuando escuchamos a un orador que lee la conferencia más interesante desde la tribuna de forma monótona, no nos conmueve en absoluto. Otro orador mucho menos erudito, que sabe animar sus palabras, arrasa con el público. Todo esto nos asegura el poder del Mantram de cuyo conocimiento no pueden prescindir los discípulos para darles la clave que les permita exteriorizarse.
Mis discípulos han aprendido a hablar no sólo con la boca, sino con todo el cuerpo, haciendo vibrar las vocales de la cabeza a los pies. Esta vocalización constituye uno de los mayores secretos y el masón lo sospecha en la siguiente frase: "No sé leer ni escribir, sólo sé deletrear". Lo peor es que el noventa por ciento de los masones ignoran el secreto de la ortografía y si no fuera así, conocerían todos los grados de la masonería, que son la base de los misterios masónicos y de la Rosa-Cruz.
Muchos de mis discípulos han probado esta verdad realizando los primeros ejercicios secretos de vocalización y la pronunciación exacta de los primeros mantras, y deseo que todos esos discípulos me den los datos posibles de sus progresos, especialmente los que han tomado el Gran Curso.
La salida astral es un prodigio, pero al mismo tiempo, un peligro, no para el que la realiza, sino para los demás, principalmente si el discípulo no ha adquirido aún la preparación moral necesaria y abusa de las posibilidades que el fenómeno permite. Con el cuerpo astral entrenado, podemos penetrar en los lugares más vigilados o supervisados, ejercer nuestra voluntad absoluta, sin que nadie sospeche.
Podremos realizar las hazañas y aventuras atribuidas a los fantasmas, tan temidas y tan vulgarizadas en los relatos populares de todos los tiempos.
No hay distancias, barreras, muros u obstáculos que impidan la acción o el paso del cuerpo astral, así exteriorizado. Sin embargo, hay una inmensa responsabilidad que recae sobre el Inicia-do que ha proporcionado la clave.
Por lo tanto, hay que ser muy cuidadoso a la hora de impartir estos conocimientos, que sólo deben ser transmitidos a quienes tengan la preparación moral necesaria. No debemos ni podemos dar esta clave a quienes no han hecho los cursos a los que nos hemos referido.
No es para los ambiciosos, ni para los egoístas, ni siquiera para los inconstantes, que hoy siguen las lecciones de un Maestro y mañana los consejos de otro, buscando sólo apropiarse de secretos cuyas leyes no pueden comprender.
No se da por ningún dinero, ni a los que tienen la ambición del dinero.
Quien puede salir en cuerpo astral debe sentir el mayor desprecio por Mammón, y por eso no creemos que puedan salir en cuerpo astral quienes venden cosas sagradas, se hacen millonarios y ofrecen migajas de su fortuna para la construcción de templos de la Rosa-Cruz.
Huiracocha R+
Tomado y traducido de:
Revista Gnose
Febrero de 1938